jueves, 11 de diciembre de 2008

Viaje al origen de las aguas 2


Camino a Cerro Punta nos encontramos con algunos funcionarios que Sandra conocía. Ella fue nuestra guía hasta el medio día, cuando la urgencia de las asignaciones diarias la obligó a bajar a David. Funcionarios al fin, querían dar a entender que la situación estaba bajo control. No era cierto, por supuesto, y ello saltaba a la vista a cada momento. Estaban realizando una 'gira' a la que nos invitaron. Nos sumamos para ver que podíamos encontrar y confrontar. Realmente se estaban enterando recién de la magnitud de la tragedia y trataban afanosamente de dar la sensación de control. Lo que yo vi fue que la gente, haciendo acopio de ingenio, tesón, y la voluntad de no dejarse doblegar por la adversidad, reconstruía sus casas, sus sembradíos. Los vecinos se juntaban en las veredas, uno ayudaba al otro, la vida, en medio de las casas destrozadas por el agua, que no cesaba de correr bastante enérgica todavía, volvía a tomar su ritmo normal. Los agricultores temían, eso sí, las consecuencias de lo que se supiera afuera de la tragedia. " Si andan diciendo que perdimos todo, el gobierno va a querer importar comida y eso no podemos permitirlo", decía resuelto un hombre de piel curtida que acompañaba sus palabras con gestos enérgicos.
El carro que llevábamos no sirvió para entrar en una parte particularmente difícil de la montaña. Era un camino de producción que llevaba hasta una finca privada. El agua había corrido por aquí destrozando las tuberías que se instalaron precisamente para canalizar las lluvias, las cunetas eran polvo de concreto , destrozos, la vía, un lodazal imposible. Nos tocó viajar en la parrilla de una 4x4. Fabulosa vista, inmejorable panorama, avanzar al lado de los abismos, de la resbaladiza tierra desde esta plataforma móvil. Se podía abarcar la vista por todo el valle, cortado en medio por la quebrada furiosa que había dado cuenta de los sembrados, las casas y los animales.
Llegamos a una vuelta muy empinada, al final de la cual había una enorme pala mecánica moviendo escombros. "¿hasta donde se llega por allá?", preguntamos.
"Hay que caminar como una hora", dijeron los funcionarios
¡Vamos!, dijimos nosotros. Ellos nos miraron pensativos. Dudaron, "mejor podemos dar una vuelta por el otro lado de la montaña y quedamos como a 15 o 20 minutos a pie", contestaron.
Dijimos "bueno", pero al final no les hicimos mucho caso.
Víctor se perdió por la loma detrás de la pala mecánica. Intenté seguirlo. La máquina movía grandes trozos de tierra y algunos terrones caían hacia mí por la ladera. Algunos eran grandes. Intenté avanzar en medio del lodo resbaladizo. Descubrí los colores del lodo,¡qué gama más interesante de matices y texturas! Finalmente el hombre de la máquina paró y me dejó pasar.
Hablé con el capataz. Me dijo que esa maquinaria no era del gobierno y que estaban tratando de despejar el camino para entrar a la finca, que el agua había destrozado el trabajo de tres meses y que había que empezar todo de nuevo. No pudo precisarme costos. Seguí buscando a Víctor. Finalizado el camino, hube de internarme por una trocha que no parecía conducir hacia ninguna parte. Me hundí entre la alta hierba mojada. Abajo, la comitiva que nos había traído semejaban hormigas. Estaba lejos. Pronto descubrí que me encontraba caminando por el filo de una montaña. Del otro lado había un valle igual de profundo del que proveníamos, pero la ladera era mucho más pronunciada. Avancé. La hierba era más alta y adelante se veía una oscura arboleda. empecé a pensar que había tomado el camino equivocado. Estaba a punto de perderme. Escuché unas voces detrás de mí. Me devolví. Vi a uno de los obreros del camino que me hacía señas. " allá está su compañero", me dijo, señalando hacia abajo. En efecto, Víctor trataba de subir la ladera resbaladiza. La subida le costaba más. Le ayudé con la cámara y logró remontar el camino. Regresamos. Uno de los funcionarios se había cansado de esperarnos. Solo quedaba un vehículo. Bajamos.

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