miércoles, 4 de marzo de 2009

Alimentar a la sierpe


La miro. Ella me devuelve la mirada. La sostiene. Es insolente. Altanera. Exigente. Voraz. Lo sé. Tiene hambre y no tiene la menor vergüenza en exigir que la sacie. Silente. Sin palabras. He creído, algunas noches, escuchar un silbido quedo pero persistente, insidioso. Es ella. Sé que es ella que pide y pide sin siquiera la promesa de dar nada a cambio. Me reta y trata de amedrentarme con amenazas calculadas. Es inteligente, no hay duda. Pero también cruel. Me tiraniza. Quiere mi sumisión, mi allanamiento. ¿Cuanto tiempo podré resistirme? La sierpe quiere que la llene de historias nuevas, de ocurrencias ingeniosas, quiere que le cuente mis cosas (¡habrase visto!) y que encima las haga públicas. ¿Habrá para tanto? A veces lo dudo. Pero ella no cede. Un día terminará devorándome.

No hay comentarios: