En verano (me gusta más usar la inexacta y más literaria palabra 'verano' para referirme a la temporada seca de este país) la gente suele arreglar la casa. Se botan cachivaches, muebles viejos, papeles, cosas inservibles. Con los objetos uno tiene la superstición o la fantasía de que también se van las tristezas, los dolores, los rencores. Es una manera de exorcisar las malas vibras del año que se está dejando atrás. Barremos y trapeamos furiosamente tratando de remover hasta el milímetro la suciedad acumulada en aquellos rincones que nunca visitamos. Lo mismo nos sucede interiormente. Simbolicamente tratamos de sacar aquellas manchas que nos opacan, aquellos recuerdos malos que nos hacen daño y que generalmente hemos dejado dormidos. Luego buscamos la pintura. Colores distintos, vivos y brillantes, solemos elegir, para darle a la casa otra aire, otra luz. Ojalá un aspecto nuevo, como una hoja en blanco donde volver a escribir la historia desde cero. Así nosotros nos prometemos enmendar los malos pasos, pedir perdón, dejar los malos hábitos, retomar los proyectos inconclusos y romper con la cadena de postergaciones eternas.
Este blog estaba un poco abandonado, así que con palabras de jabón, escoba de rectificación y pintura de ideas nuevas vamos a tratar de recobrarlo para que brille, para que respire renovado y sepa que no lo olvidamos. Que es una casa donde cabe todo. Donde caben todos.
Cerrado por inventario
Hace 16 años
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