jueves, 22 de enero de 2009

La vuelta de enero

Volví a enfrentarme con el dios del Tiempo. Temible, me amenaza con tambores que retumban a lo lejos. Finjo no notarlo (y que lo demás no lo noten, lo que usualmente es inutil como se vé) y por eso evito socializar ese encuentro anual e inevitable con el calendario. Le tengo una deuda y sé que me la quiere cobrar. La deuda de haber dormido descaradamente durante años, de haberme entregado a la molicie deliciosa, epicúrea. La deuda de haber quemado, indolente, los días sin mayor gracia ni ventura, de haberme vuelto tremendamente hábil en sobrevivir sin demasiado esfuerzo, sin apostarle demasiado a nada, resguardado de las asechanzas de la vida y por supuesto, de sus recompensas también. Pero ya me harté. No quiero dormir más.

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